Conozco bien la obra de Chagall, de adolescente leí algún que otro libro sobre él, me gustaban su estilo, sus temas, sus colores. Pero estar a un metro de distancia de este Paseo suyo simplemente me ha maravillado:
Hay que verlo en directo, la reproducción no consigue captar la viveza de los colores y la suave aplicación de la pintura que te dejan en un estado hipnótico ante la contemplación de la alegría y la magia de vivir, sentir, amar. Es un cuadro que podrías estar horas y horas mirando porque te transporta a la esencia misma de nuestra existencia, a la magia y la felicidad que se esconden y buscamos continuamente en este mundo. Aquí lo tenemos todo, en un cuadro de Chagall. ¿Qué más se le puede pedir a una obra de arte?
El público llano, el no entendido, suele captar mejor cuales son estas obras de arte esenciales que de verdad nos hablan directamente al espíritu, más allá de épocas, estilos, vanguardias o autores. Así, en el folleto de esta exposición leo:
Junto a las obras de Chagall, a menudo se expusieron, en 1915 y 1916, cuadros de Mijaíl Lariónov, Natalia Goncharova y otros exponentes del neoprimitivismo e incluso del suprematismo, representado por Malévich. Pero, según los testimonios de sus contemporáneos, el público se fijó sobre todo en Chagall; la gente se aglomeraba junto a sus cuadros, y todos ellos se vendían.
También quedé prendada de la intensidad del azul y de la facilidad y sencillez con la que está aplicado el color y trazadas las líneas de dibujo en este cuadro lleno de misterio y seducción, Amantes azules:
Para saber más: